Fragmentos
Cada parte de nuestro cuerpo tiene una finalidad funcional, todo
se atiene a necesidades biológicas básicas. La evolución del cuerpo humano está
sujeta a las capacidades necesarias para resguardar la seguridad personal,
social y la conservación de la especie en el tiempo.
Pero existe una funcionalidad alternativa para cada parte del
cuerpo humano, esa que emerge cuando la percepción es alterada, lo que llamamos
sentimientos, otra corporalidad, más sensible y exacerbada. Eso que ocurre
cuando el cuerpo de un individuo deja de ser suyo para hacer parte de algo más,
cuando dos personas deciden combinar sentimientos, emociones y ese cúmulo de
construcciones psicomotrices que surgen a partir de la experiencia: la
corporeidad. En palabras francas, según Alicia Ester Grasso “es lo que
caracteriza a cada persona, lo que nos identifica, es la base de nuestra
personalidad”, y es en esa combinación donde la funcionalidad del cuerpo se
expande y en ocasiones se transforma y catapulta. Cada parte de nosotros es potencialmente
una herramienta para el desarrollo, la comunicación y el entendimiento
extra-corporal.
A partir de la experiencia cotidiana, el desenvolvimiento del
cuerpo en una relación sentimental suma a la corporeidad factores que
permiten que diferentes miembros del cuerpo tengan afinidades diferentes a su
funcionalidad básica. Así, es como comienza a segmentarse y a sentir, incluso a
necesitar estímulos particulares focalizados. No será lo mismo el roce de las
manos, una caricia en el rostro o el simple contacto en un abrazo.
Foto: Susana Gutiérrez
Esta fragmentación, fijada ahora en la corporeidad, se alimenta
constantemente del encuentro con el otro que hace parte de esa relación
individual. Se codifica y especializa cada vez más, llegando a percibir
estímulos tan diferentes y preciosos como en tantas partes estemos
divididos.
Es desde esta conceptualización sobre el cuerpo, corporeidad y segmentación,
finalización y funcionalidad de la relación, donde yo me detendré para
avanzar hacia un momento en el futuro de este desarrollo, que puede convertirse
en uno de los sentimientos más angustiantes para el ser humano: La soledad.
“¿Quién estaba de vuelta
de sí mismo, de la soledad absoluta que representa no contar siquiera con la
compañía propia, tener que meterse en el cine o en el prostíbulo o en la casa
de los amigos o en una profesión absorbente o en el matrimonio para estar por
lo menos solo-entre-los-demás?” este fragmento de la novela Rayuela de Julio Cortázar
deja entrever que la soledad no es un asunto de mera compañía, se trata
básicamente de dejar de sentir.
La sensación o sentimiento
de soledad no se genera entonces por no tener a nadie, sino por falta de
estímulos que un día existieron y que dejaron de estar presentes. Estímulos constantes
y persistentes a esa fragmentación corporal y por consiguiente, a esa sensación
de unicidad.
La distancia pone entre
dos individuos inmersos en una relación sentimental un peso emocional que recae
necesariamente sobre la percepción. Y cuando alteramos ésta, la noción de realidad y comodidad se ve afectada. La distancia trae
consigo la inminente crudeza de la evolución a través de la corporeidad, y es
que no podemos volver atrás. Una vez hemos aprendido y experimentado algo, la
ruptura de esa cotidianidad traerá una sensación de vacío que con la
prolongación de la ruptura se convertirá en sensación de soledad.
La fragmentación
construida a partir de la experiencia sensorial, quedará como huella y siempre
estará ávida de ser nuevamente rescatada a través del estimulo. Es por esto que
un tema tan personal puede volverse universal al estar conscientes de que sin
importar sexo, religión o cualquier diversidad de pensamiento, somos seres que
piensan y sienten, seres que se relacionan y se necesitan, somos humanos.
Bibliografía
*Grasso, Alicia Ester. Construyendo
identidad corporal. Editorial CEP, S.L., 2009.
*Cortázar, Julio.
Rayuela. Editorial Alfaguara, 2013, Cap 23.
*La teoría de Sternberg
sobre el amor. http://www.psicothema.com/pdf/1135.pdf
Para las fotografías, la composición con figuras geométricas enriquece la estética y el juego con espacios negativos refuerza en mensaje que se quiere dar puesto que aportan mucha fuerza visual.
En cuanto a montaje, para una correcta disposición y entendimiento se decidió que lo círculos van en ascenso, tanto en tamaño como el partes del cuerpo (jerarquía)